Autor: Istvansch
Abel no habla ni sonríe, ni siquiera cuando está contento. Abel dibuja soles para demostrar alegría, para que los demás sonrían por él. No dice nada cuando le gusta una película: dibuja un sol para el acomodador del cine. La ciudad brilla por tantos soles. “Pero cuando todos tuvieron montones de soles, empezaron a cansarse y le dijeron: ¡Basta, Abel! ¿Por qué no dibujás otra cosa?”. A partir de ahí, los soles dibujados dejan de brillar y viene la tormenta. Pero todo cambia cuando nace su hermanita Candela y él le dibuja un sol. Candela sonríe y de cada casa nace
un arco iris.