Antonio Santa Ana
Protegido por el silencio y por sus libros, el narrador de Los ojos del perro siberiano regresa a Buenos Aires.
En el pasado, la muerte de su hermano Ezequiel le develó el desamor de su propia familia. Abandonar el país fue, entonces, la única forma de alejarse de
esa terrible realidad. Pero ahora la abuela también ha muerto y él tiene una promesa por cumplir: cuidar de Sacha, el perro en cuyos ojos Ezequiel logró
mirarse hasta el final. Aquel joven dolorido es un hombre que vuelve para juntar sus pedazos e imaginar, más allá de la memoria, otro destino bajo el
cielo del sur.
136 p.