Las historias de los dioses, en cualquier parte del mundo, nos llevan a los tiempos primordiales. Por eso, los dioses y los mitos de creación van de la mano. De esa misma manera, podemos estar con nuestros niños mientras les contamos quiénes eran esos asombrosos personajes de nuestra América profunda.
Los dioses, los mitos y las enseñanzas van de la mano. Los dioses de los pueblos nativos no son seres distantes y remotos, sino que están presentes en cada pedacito de la Tierra. Los mitos tampoco son fábulas ingeniosas e irreales, como nosotros los occidentales hemos aprendido a creer, sino que cuentan una historia siempre viva, que para los indígenas es verdadera y ejemplar, pues enseña cómo es el mundo, cómo es la vida y cómo debemos comportarnos los humanos para vivir en armonía, según las leyes de la naturaleza. Los mitos son como espejos del mundo, que se recrea en su propia imagen cada vez que alguien los relata una vez más.
Estos relatos forman parte esencial de la cosmovisión, porque describen el lugar del hombre en el cosmos; nos hablan de cómo eran esos pueblos en sus orígenes, de su relación profunda con las divinidades, con la naturaleza, con los animales, con el Universo entero. Por eso, los mitos dan cuenta de cómo esas comunidades se instalan en el mundo, qué piensan, qué sienten y cómo encaran la vida.
Un plus que creemos que tiene este libro: puede mostrar a los niños y jóvenes, a los padres y a los maestros, un mensaje ecuménico que sugestivamente proviene de lo más profundo de América, y que nos recuerda que todas las personas pertenecemos al mismo Hogar, que es nuestra querida Tierra, y el Universo todo